Ciclo

.. un simbolo el caracol, un signo el espiral, todo va y viene, como es arriba es abajo... es mente!























































lunes, 23 de agosto de 2010

Palabras Preliminares.
El término hegemonía deriva del griego eghesthai, que significa "conducir", "ser guía", "ser jefe"; o tal vez del verbo eghemoneno, que significa "guiar", "preceder", "conducir", y del cual deriva "estar al frente", "comandar", "gobernar". Por hegemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejercito. Se trata pues de un término militar. Egemone era el conductor, el guía y también el comandante del ejército. En el tiempo de la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica, a propósito de la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas en lucha entre sí.
Antonio Gramsci es sin duda, entre los teóricos del marxismo, quien más ha insistido sobre el concepto hegemonía; y lo ha hecho, en especial, invocando a Lenin. Gramsci escribe: "Todo es político, también la filosofía o las filosofías, y la única filosofía es la historia en acto, es decir la vida misma. En este sentido se puede interpretar la tesis del proletariado alemán como heredero de la filosofía clásica alemana, y se puede afirmar que la elaboración teórica y la realización de la hegemonía realizada por Ilich se ha convertido en un gran acontecimiento metafísico." * (El término metafísico se usa aquí no en el sentido propio, sino para indicar el punto más alto de la filosofía)
* Antonio Gramsci. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Juan Pablos, Editor, México 1975, p. 32.
A partir de esto se puede comprender qué entendía Gramsci cuando se refería a la tesis de Engels, contenida en la famosa obra Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, donde se dice precisamente que el proletariado alemán es el heredero de la filosofía clásica alemana, y que lo es porque aplica en la práctica las tesis de la filosofía, decide en la práctica, supera aquellas contradicciones filosóficas que no pueden ser resueltas en el plano del pensamiento especulativo, pero que en cambio sí pueden serlo en una nueva sociedad, la sociedad comunista. En ella reside la superación de las contradicciones de clase y también la superación de las contradicciones filosóficas que son, en el plano de la ideología, la expresión de contradicciones sociales insolubles por la vía especulativa y que únicamente lo son por la vía revolucionaria.
Esta es la tesis de Engels y la tesis de Marx, y sobre ella insiste Gramsci. El proletariado es heredero de la filosofía clásica alemana porque traduce en realidad social lo que en esta filosofía es todavía especulativo; niega, en el sentido dialéctico del término y, a partir de ahí supera la filosofía especulativa en cuanto la realiza, y la realiza en la praxis.
Es preciso subrayar esta unidad entre teoría y práctica, esta unidad que hace de la política la verdadera filosofía; en cuanto la política, que es teoría y práctica al mismo tiempo, no se limita a interpretar el mundo, sino que lo transforma con la acción. Según la conocida tesis de Marx sobre Feuerbach: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo"; de ahí la necesidad de pasar de la filosofía especulativa a la política, a la acción revolucionaria.
La contribución de Lenin a la filosofía no es sólo la de haber elaborado la teoría de la dictadura del proletariado, sino el haberla realizado en los hechos. Se trata del valor filosófico del hacer, del transformar la sociedad. Y es filosofía que no surge simplemente por medio de conceptos, por una especie de partenogénesis de los propios conceptos, sino de la estructura económica, de las transformaciones acaecidas en las relaciones de producción, en una continua relación dialéctica entre base económica, estructura social y conciencia de los hombres.
Gramsci agrega que la realización del aparato hegemónico, es decir, de un aparato de dirección -del aparato del Estado-, en cuanto crea un nuevo campo ideológico, determina una reforma de la conciencia, nuevos métodos de conocimiento y en consecuencia es un hecho filosófico.
Es clara la perspectiva en la que se coloca Gramsci: en la relación estructura-superestructura, ideológica. La estructura determina a la superestructura y de esto surge el estrecho nexo entre política y filosofía. La filosofía reside en la política. Momento culminante de la política, es la revolución, la creación de un nuevo Estado, de un nuevo poder y de una nueva sociedad. Por eso Gramsci dice que el aporte máximo de Lenin a la filosofía consiste en la obra de transformación revolucionaria. Esta identidad estrecha de política y filosofía hace que el momento culminante de la filosofía sea la política transformadora, y que el filósofo sea el hombre político en su calidad de transformador. Este es el caso de Lenin dirigente de la dictadura del proletariado, como teórico y como práctico. Esta afirmación está ligada al juicio que Gramsci hace de la obra filosófica de Lenin (conocía exhaustivamente Materialismo y empiriocriticismo, y tenía reservas de fondo sobre esta obra). Pero el juicio de que Lenin cuenta como filósofo sobre todo en su obra de político, proviene de esta reserva hacia la obra filosófica de Lenin, pero también de un juicio más general y que se refiere precisamente al valor filosófico de la política.
¿Qué entiende Gramsci cuando habla de hegemonía, refiriéndose a Lenin? Gramsci piensa en la dictadura del proletariado. Habla de principio teórico-práctico, de teorización y realización de la hegemonía y, por lo tanto, de la Revolución de octubre y de la dictadura del proletariado. Esto se vuelve explícito en un pasaje, de 1926, en el que dice: "Los comunistas turíneses se habrán planteado concretamente la cuestión de la dictadura del proletariado, o sea, de la base social de la dictadura proletaria y del Estado obrero" *.
La dictadura del proletariado es la forma política en la que se expresa el proceso de conquista y de realización de la hegemonía. En efecto, escribe: "El proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués a la mayoría de la población trabajadora".*
La hegemonía es la capacidad de dirección, de conquistar alianzas, la capacidad de proporcionar una base social al Estado proletario. En este sentido se puede decir que la hegemonía se realiza en la sociedad civil mientras que la dictadura del proletariado es la forma estatal que asume dicha hegemonía.
En Lenin encontramos en esencia la noción de hegemonía, aunque sin el uso de este término, en todas las páginas que dedica a la dictadura del proletariado, de hecho para Lenin está claro: la dictadura del proletariado es la dirección de un determinado tipo de alianzas. Pero cuando Lenin habla de la dictadura del proletariado, no usa nunca el término de hegemonía. Utiliza el término clásico de Marx y se comprende también por qué: está empeñado en una polémica directa, en una áspera lucha contra los reformistas, contra los socialdemócratas que niegan el concepto marxista de dictadura del proletariado. Por eso reafirma con todo vigor, no sólo la teoría, sino además el término clásico usado por Marx.
Lenin escribe en su obra Dos tácticas de la social democracia: "Y como respuesta a las objeciones anárquicas de que aplazamos la revolución social, diremos: no la aplazamos, sino qué damos el primer paso a la misma por el único procedimiento posible, por la única senda certera, a saber: por la senda de la república democrática. Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el de la democracia política, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en el político".*
* Vladimir I. Lenin. Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú 1975, t. III, p. 13.
Cuando Gramsci habla de hegemonía, a veces se refiere a la capacidad dirigente, otras, comprende la dirección y el dominio, conjuntamente. Lenin, en cambio, entiende por hegemonía, en forma preponderante, la función dirigente. En Lenin el término hegemonía se encuentra por primera vez en un escrito de enero de 1905, al comienzo de la Revolución. Dice: "Desde el punto de vista proletario, la hegemonía pertenece en la guerra a quien lucha con mayor energía que los demás, a quien aprovecha todas las ocasiones para asestar golpes al enemigo, a aquel cuyas palabras no difieren de los hechos y es, por ello, el guía ideológico de la democracia, y critica toda ambigüedad".* Se remarca aquí claramente el elemento de la decisión, de la consecuencia en la acción revolucionaria como condición indispensable para la hegemonía. Subrayo también aquí la expresión de que los hechos deben corresponder a las palabras. Es decir, debe existir aquella unidad de teoría y acción sobre la que Lenin insiste, así como lo hace Gramsci
*Vladimir I. Lenin. Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1975, t. II, p.400.
Esta es la hegemonía concebida, pues, no solamente como dirección política, sino también como dirección moral, cultural e ideológica.*
* El término ideología no tiene en Lenin el sentido negativo, de falsa conciencia, que tiene en Marx y Engels, sino que está para indicar la conciencia de clase.




Pensamiento Gramsciano
Los Cuadernos de la Cárcel constituyen los apuntes que Gramsci redactó en la cárcel, desde 1929 hasta 1935, es decir, dos años después del arresto, cuando, tras el proceso, logró tener un poco más de calma, y antes que su enfermedad se agravara a tal punto de llevarlo, en los dos últimos años, a la imposibilidad de trabajar. En estos escritos Gramsci abarca una serie de temas, desarrollándolos simultáneamente, en una serie de cuadernos. Subraya el carácter provisorio, de dichos apuntes y notas. Como tales son leídos, no como textos destinados a la publicación, sino como una primera base de la investigación que Gramsci se proponía conducir, pensando en una obra que estuviese destinada a durar para la eternidad.. Esta obra no fue cumplida, y Gramsci no suponía que, en realidad, la obra destinada a permanecer "por siempre" era precisamente aquellas notas, los Cuadernos.
Las líneas que guiaron la investigación de los Cuadernos son varias: la relación entre cultura y pueblo, el proceso de formación del Estado italiano, la historia de los intelectuales italianos y sus relaciones con las masas.
Hay una gran analogía de mentalidad y de método entre Gramsci y Lenin; existe en Gramsci el mismo sentido de lo histórico específico que es propio de Lenin; el sentido de la concreción del proceso, de la importancia del sujeto histórico, del partido, de la conciencia de clase, de la iniciativa política y de la teoría revolucionaria. Ciertamente, Lenin es una figura de relieve internacional, sobre todo desde 1914 en adelante, cuando enfrenta y plantea los problemas del movimiento obrero internacional y no sólo del ruso; Gramsci en cambio, está empeñado en traducir al italiano, por así decirlo, en sumergir en la historia italiana el pensamiento de Lenin y de Marx.
Gramsci parte de la afirmación de que el hombre, por el solo hecho de ser hombre, de poseer por consiguiente un lenguaje, de participar del sentido común, aunque sea en la forma más simple y popular, es filósofo. Todo hombre, por el solo hecho de que habla, tiene su concepción del mundo aunque sea inconsciente o meramente acrítica, porque el lenguaje es siempre de modo embrionario una forma de concepción del mundo. Observa que en todo hombre está presente una conciencia impuesta por el ambiente en que vive y en la cual, por lo tanto, concurren influencias diversas y contradictorias. En la conciencia del hombre, abandonada a la espontaneidad, todavía no conciente críticamente de sí misma, coexisten influencias espirituales diferentes, elementos dispares, que se acumulan a través de estratificaciones sociales y culturales diversas. La conciencia del hombre no es otra cosa que el resultado de una relación social y ella misma es una relación social.
Ante la conciencia subordinada, espontánea, no unificada críticamente e ignorante de lo que ella es, el problema que se plantea dice Gramsci , es el de "elaborar la propia concepción del mundo de manera conciente y crítica y, por lo mismo, en vinculación con semejante trabajo intelectual, escoger la esfera de actividad, participar activamente en la elaboración de la historia del mundo, ser el guía de sí mismo y no aceptar pasiva y supinamente [recostado] la huella que se imprime sobre la propia personalidad".*
* Antonio Gramsci. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Juan Pablos Editor, México 1975, p. 12.




Clases Subalternas
Las clases sociales dominadas , subordinadas o subalternas, participan de una concepción del mundo que les es impuesta por las clases dominantes. Y la ideología de las clases dominantes corresponde a su función histórica y no a los intereses y a la función histórica -todavía inconsciente- de las clases dominadas. El concepto de hegemonía está presentado en Gramsci en toda su amplitud, es decir como algo que opera no sólo sobre la estructura económica y la organización política de la sociedad, sino además sobre el modo de pensar, sobre las orientaciones teóricas, y hasta en sobre el modo de conocer. La hegemonía existe cuando la clase dominante no sólo es capaz de obligar a una clase social subordinada o minoritaria a que satisfaga sus intereses, renunciando a su identidad y cultura grupal, sino que también la primera ejerce total control en las formas de relación y producción de la segunda y el resto de la sociedad. Cabe matizar este argumento señalando que el autor expresa que este proceso no posee un carácter explícito, sino más bien se da de forma sútil. En este sentido, la clase social subordinada o minoritaria adopta las concepciones de la clase dominante, incorporándolas a su repertorio ideológico, ligado a lo que comúnmente se denomina “sentido común” .
La dominación y mantenimiento de poder que ejerce una persona o un grupo en clave de persuasión a uno(s) minoritario(s), imponiendo sus propios valores, creencias e ideologías que configuran y sostienen el sistema mayoritario, consiguiendo así un estado de homogeneidad en el pensamiento y acción, así como una restricción de las producciones y publicaciones culturales.
He aquí pues la ideología de las clases, o de la clase dominante influyendo sobre las clases subordinadas, obrera y campesina, por varios canales, a través de los cuales la clase dominante construye su propia influencia espiritual, su capacidad de plasmar la conciencia de toda la colectividad, su hegemonía. Uno de estos canales para la hegemonización del status quo es la escuela. La educación (mediante el establecimiento de un currículum académico que favorece el aprendizaje de aquellas materias más afines a la ideología dominante), el arte y los medios de consumo (mediante la asociación de estos medios con determinados valores potenciados por la publicidad), entre los cuales destacan por su impacto social los medios de comunicación. Ejemplo de ello es lo que se explica a través del de especial interés el imperialismo de la industria cinematográfica norteamericana, dando a entender que la tendencia actual en cuanto a hegemonización se centra en la exposición de modelos de pensamiento y conducta propios de la sociedad americana, para que otras sociedades adopten estos mismos modelos .
Sobre estos Gramsci concentra su atención. Caracteriza en la división escuela profesional y gimnasio-liceo, la típica fractura de clase de la escuela italiana: la escuela profesional para los que irán a trabajar en actividades subalternas y el gimnasio-liceo para los cuadros dirigentes de la sociedad. De donde surge su proposición de una escuela media unificada, de carácter formativo general.
Otra vía intermediaria es la religión, la Iglesia. Esto explica, por ejemplo, la atención de Gramsci hacia el catecismo, considerado como un libro fundamental, elaborado con extrema sabiduría pedagógica, para imprimir precozmente a grandes masas una determinada concepción del mundo.
Otra vía para la educación es el servicio militar. La atención de Gramsci está dedicada al manual del cabo, como un libro que, al formar a los cabos, forma después a los soldados e imprime toda una mentalidad.
Pero, si las clases subalternas están dominadas por una ideología que les llega por múltiples conductos, obra de las clases dominantes, las necesidades efectivas, las reivindicaciones, en cierta medida espontáneas, de las clases dominadas, impulsan a estas clases a la acción, a luchas y movimientos, a un comportamiento más general que está en contradicción con la concepción del mundo en que han sido educadas. Gramsci se interroga: ¿dónde está la filosofía real, visto que se verifica esta ruptura entre la concepción, por otra parte no unificada críticamente, y la acción? La filosofía real del individuo y de la colectividad está implícita en la acción. La filosofía de cada uno está en la política de cada uno. El problema es hacer explícita la filosofía que está implícita en la acción de cada uno y en la acción de los grupos sociales. Para lograr esto, es preciso hacer la crítica de las concepciones encubiertas de las clases subalternas, superarlas, para construir una concepción nueva, en la que se establezca la unidad entre la teoría y la práctica, entre la política y la filosofía. Unidad, aunque sea relativa, entre teoría y práctica, existe en la clase dominante. Se trata, por cierto, de ver si esta unidad, en la burguesía, no es ella misma contradictoria. Pero lo que caracteriza a las clases subalternas es precisamente la falta de esta unidad entre acción y teoría. Tales clases permanecerán siendo subordinadas hasta que haya avanzado el proceso de unificación entre acción y teoría, entre política y filosofía.
Se trata, pues de elaborar una concepción nueva, que parta del sentido común, no para quedar estancada en el sentido común, sino para criticarlo, depurarlo, unificarlo y elevarlo a lo que Gramsci llama buen sentido, que es para él la visión crítica del mundo. Se percibe claramente que cuando Gramsci habla de la concepción cultural más elevada como de buen sentido, tiene una visión no aristocrática de la cultura. Se orienta por una profunda preocupación sobre las relaciones de la cultura con las grandes masas y con su manera de sentir.
Pero en este punto se plantea el problema fundamental de toda concepción del mundo, de toda filosofía que se haya convertido en una religión, en una "fe"; es decir, que haya producido una actividad práctica y una voluntad, y que esté contenida en éstas como "premisa" teórica implícita. El problema de conservar la unidad ideológica de todo el bloque social, que precisamente es cimentado y unificado por esta ideología. La hegemonía es esto, la capacidad de unificar a través de la ideología y de mantener unido un bloque social que, sin embargo, no es homogéneo, sino marcado por profundas contradicciones de clase. Una clase es hegemónica, dirigente y dominante, mientras con su acción política, ideológica, cultural, logra mantener junto a sí un grupo de fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre estas fuerzas estalle, produciendo una crisis en la ideología dominante y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de la fuerza que está en el poder.
Gramsci observa cómo la hegemonía de las clases dominantes italianas, en realidad ha sido siempre parcial. Un componente, una mediación esencial de esta hegemonía es la Iglesia católica como antes mencionamos. La Iglesia católica se preocupa por mantener en un bloque único a las fuerzas dominantes y a las fuerzas subordinadas, a los intelectuales y a los hombres sencillos. La Iglesia ha logrado esto de un modo característico: utilizando dos lenguajes, dos teologías, dos ideologías: una para la gente sencilla, el catecismo y la prédica del cura párroco, y la otra para los intelectuales, a los cuales, en realidad, les consentía una teología distinta o, más exactamente, una interpretación distinta de la teología. Es preocupación constante de la Iglesia no romper esta unidad (ésta ha sido, por ejemplo, la gran función de los jesuitas como mediadores políticos) y la de reprimir a los intelectuales cuando éstos tienden a romper la unidad. La Iglesia se preocupa de que la separación entre los dos lenguajes no llegue a la ruptura, pero la Iglesia nunca se propone la tarea de elevar a los "simples" al nivel de los intelectuales, de realizar una verdadera unificación y, por tanto, de cumplir una verdadera reforma moral e intelectual
La religión hace de mediadora entre la concepción superior de los grandes intelectuales y las masas populares. No se plantea como tarea de elevar a las clases populares al nivel de las clases dominantes, sino más bien, mantener las clases populares en posición subalterna
Luego apareció una forma subordinada de relaciones con el pueblo, manifestada en la política cultural de los socialistas reformistas: las universidades populares. Pero este movimiento no obedecía a una concepción precisa; estaba inspirado en un marxismo asimilado toscamente, de manera contradictoria, deformado en el sentido positivista; era un movimiento extremadamente ecléctico. Gramsci decía que se actuaba como aquellos exploradores que dan chucherías a los salvajes para obtener en cambio pepitas de oro de ellos.




Marxismo y Hegemonía
La mediación entre los "simples" y los intelectuales se realiza por medio de la política; es la política la que a través de la experiencia que se desarrolla en ella, establece la relación entre la filosofía superior, la concepción crítica y las masas subordinadas, permitiendo a estas últimas superar su visión no crítica.
Gramsci usa a menudo el término filosofía de la praxis en vez de marxismo, no sólo por razones de prudencia conspirativa, en otros textos, usa también el término materialismo histórico más comprometedor, sino porque concibe el marxismo como una concepción que instituye la praxis revolucionaria transformadora, y en la praxis verifica la validez de sus propios afirmaciones.
Dice, en relación a la función del marxismo: "La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: la filosofía de la praxis no tiende a mantener a los simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino, al contrario, a conducirlos hacia una concepción superior de la vida. Se afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas, sino para construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas y no sólo para pocos grupos intelectuales".*
* Antonio Gramsci. Ibid.,
El marxismo pareciera tener esa capacidad porque dice expresar los intereses, las reivindicaciones y la función histórica de las clases sometidas y, en primer lugar, del proletariado. Es la única concepción que sabe guiar al proletariado para asumir una función dirigente y por tanto para construir no sólo nuevas relaciones políticas y estatales, sino también una nueva cultura, para realizar una reforma intelectual y moral. Este es el significado más profundo de la noción gramsciana de hegemonía. La hegemonía es tal en cuanto se traduce en una reforma intelectual y moral.
Lenin acude aquí en su ayuda, con la afirmación de que la teoría revolucionaria proviene del exterior de la clase obrera, elaborada por intelectuales que tienen la conciencia de las contradicciones de la sociedad en la que viven y de la función histórica de la clase obrera; proviene del exterior de la relación obrero-patrón, para llegar a la visión de la relación entre todas las clases sociales, y de las clases con el gobierno, con el Estado: He aquí por qué es necesario poner de relieve que el desarrollo político del concepto de hegemonía representa un gran progreso filosófico, además de un progreso político práctico, porque necesariamente implica y supone una unidad intelectual y una ética conforme a una concepción de la realidad que ha superado el sentido común y se ha tornado crítica, aunque sólo sea dentro de límites estrechos.
Si la hegemonía es la superación de la contradicción entre la práctica y la teoría, ¿quién es el mediador, ya que esa unidad no se produce automáticamente, sino que es un proceso de lucha entre diferentes hegemonías? Para Gramsci, es el partido.





Maquiavelo y el moderno príncipe
El partido es, para Gramsci, el príncipe moderno. Se refiere a Maquiavelo, y, ubicándolo históricamente, ve en él el teórico del Estado unitario moderno, quien reflexiona sobre la experiencia del Estado unitario monárquico francés, español, inglés y transmite esta experiencia a Italia, como la vía para superar la crisis de la que está investida la sociedad italiana.
El método que enseña Maquiavelo para hacer política, parte de la conciencia de que la política tiene una autonomía propia, obedece a sus propias leyes, que no pueden derivar de la moral sino que fundan una nueva moral, una moral armamentista, cuyo fin no es la salvación del "alma" individual, 'sino de la colectividad estatal. La violencia y el engaño, cuyo uso es teorizado y justificado, se vuelven en realidad contra las clases dominantes, contra la aristocracia, no contra el pueblo.
Lo que interesa señalar es que el moderno príncipe, es para Gramsci un unificador, un gran reformador intelectual y moral. En los tiempos modernos este reformador es el partido. El príncipe de Maquiavelo, según Gramsci, no es un simple individuo; es en realidad, la expresión de un proceso colectivo, de una voluntad colectiva que tiende hacia un fin político determinado. El partido está en esencia constituido, por tres elementos : en primer lugar un estrato que adhiere a la organización esencialmente por fe, por entusiasmo, sin una precisa conciencia crítica y sin una gran capacidad unificadora. En segundo lugar está constituido por "El elemento de cohesión principal, centralizado en el campo nacional, es una potente fuerza de cohesión que centraliza y disciplina .Se habla de capitanes sin ejército, pero en realidad es más fácil formar un ejército que formar capitanes".* Existe un tercer estrato, intermedio, que enlaza el núcleo dirigente con la base.
* Antonio Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno, p. 48.
La concepción de Lenin, en polémica con la derecha del Partido obrero socialdemócrata ruso, afirmaba en Un paso adelante, dos pasos atrás (1904), que el partido no se construye de abajo arriba, sino de arriba abajo.
Por arriba Lenin entendía el congreso, como instancia suprema, síntesis general, subraya con fuerza que el partido es el momento de la conciencia, de la síntesis crítica, la fuerza organizadora capaz de cohesionar las masas.
Gramsci destaca que en el partido hay tres estratos y que existen en él, como en la sociedad, los gobernados y los gobernantes, los dirigentes y los dirigidos, pero se plantea el problema de si debe tenderse a mantener la distinción entre dirigentes y dirigidos, o si, por el contrario, debe tenderse a superarla. La respuesta es que debe tenderse a superarla. Debe tenderse hacia una sociedad plenamente unificada, no antagónica y basada en el autogobierno.




El Materialismo Vulgar.
Gramsci combate duramente las deformaciones mecanicistas del marxismo, que pasaron del Partido socialista al Partido comunista. Observa que el materialismo vulgar es, en realidad, la expresión de una clase que, aún tratando de darse una ideología no subordinada, una ideología capaz de dirección revolucionaria, permanece en realidad como clase subordinada, precisamente porque piensa que su victoria se debe al curso objetivo de las cosas y no a su función, a su iniciativa, a su capacidad de hegemonía. Se sitúa por ello pasivamente en el devenir obligatorio de la sociedad.
La voluntad real se disfraza de acto de fe, en una cierta forma empírica de las religiones confesionales.
Gramsci subraya que en los hechos la relación de hegemonía es siempre una relación pedagógica. Es una nueva relación entre teoría y praxis, porque es una relación nueva entre cultura y masas, entre intelectuales y masas.



El Bloque Histórico
La hegemonía tiende a construir un bloque histórico, realizar una unidad de fuerzas sociales y políticas diferentes, y tiende a mantenerlo unido a través de la concepción del mundo que ella ha trazado y difundido. La estructura y las superestructuras forman un bloque histórico. La lucha por la hegemonía debe involucrar todos los niveles de la sociedad: la base económica, la superestructura política y la superestructura espiritual.
La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como dominación y como dirección intelectual y moral. Un grupo social dominante de los grupos adversarios, que tiende a liquidar o a someter hasta con la fuerza armada. Un grupo social puede, y también debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernamental. Es esta una de las condiciones principales para la propia conquista del poder. Pero debe continuar siendo también dirigente cuando ejerce el poder. Aquí junto a la noción de hegemonía viene inmersa la de supremacía. La supremacía es dominio y dirección. Podria decirse que es dominio y hegemonía.
La supremacía entra en crisis cuando disminuye la capacidad dirigente, cuando la clase social que detenta el poder político no sabe ya dirigir, resolver los problemas de la colectividad, cuando la concepción del mundo que ella logró, es ahora rechazada.
La clase social hasta ayer subordinada se convierte a su vez en dirigente cuando sabe indicar concretamente la solución de los problemas; tiene una concepción del mundo que conquista nuevos adherentes, que unifica los sectores sociales que se forman en torno suyo.
Marx ve, la crisis revolucionaria esencialmente como crisis de la estructura económica. Teniendo bien presentes las enseñanzas de Marx, Gramsci dirige su atención a otro momento de la crisis revolucionaria de la sociedad, él quiere combatir las visiones mezquinamente deterministas del marxismo y volver la atención del movimiento obrero en dirección a un momento hasta ayer descuidado, el momento ideal, cultural, moral.
En Gramsci la crisis revolucionaria es considerada sobre todo al nivel de la superestructura; traducida al nivel de la hegemonía y concebida como crisis de la hegemonía.




Los Intelectuales
El tema de los intelectuales se presenta ampliamente en los Cuadernos. Aquí Gramsci esboza la idea de una investigación sobre los intelectuales italianos y sobre el proceso de su formación. La importancia que da permanentemente al problema de los intelectuales; deriva de la importancia que tiene para él el problema de la hegemonía. Una hegemonía se construye si tiene sus cuadros, sus elaboradores. Los intelectuales son los cuadros de la clase dominante económica y, políticamente son los que elaboran la ideología. Los intelectuales son los "persuasores" de la clase dominante, son los "empleados" de la hegemonía de la clase dominante, el intelectual es el intermediario del consenso. Los intelectuales no son un grupo social autónomo; todo grupo social, cumpliendo una determinada función en la producción económica, forja a sus intelectuales que vienen a ser los técnicos de la producción. Son también los que dan a la clase económicamente dominante la conciencia de sí misma
Dan homogeneidad a la clase dominante y a su dirección. Hoy, como dice Gramsci, el capitalismo industrial crea esencialmente técnicos, científicos, ligados a la producción. Estos son, los intelectuales orgánicos del capitalismo, íntimamente conexos a la función productiva, a la función de la economía capitalista. Todo grupo social, cuando se afianza en el campo económico y debe elaborar su propia hegemonía política y cultural, y crear sus propios intelectuales, encuentra al mismo tiempo intelectuales ya formados por la sociedad precedente, por la formación económico-social precedente: los intelectuales tradicionales.
En Italia, los intelectuales tradicionales son los del tipo humanista, entre los cuales Gramsci incluye también al clero. Son preponderantemente de origen rural, provienen de la burguesía rural . Este tipo de intelectual pone en contacto la masa campesina con la administración estatal o local (abogados, escribanos, etc.).
Los partidos elaboran sus propios intelectuales, de modo que los partidos contribuyen a proporcionar intelectuales al Estado. El intelectual, en efecto, se forma como cuadro en el partido y luego asume una función estatal; pero los partidos forman al intelectual en forma más orgánica, más rigurosa que el Estado, y de un tipo determinado.
Nos encontramos en cierto sentido, con una afirmación paradójica, según la cual todos los miembros de un partido político pueden ser considerados intelectuales, en un sentido relativo. Esto es verdad en cuanto que el partido tiene una función dirigente y que, por consiguiente todo miembro del partido debe ejercer una función dirigente, aunque sea limitada.
Para Gramsci no es tan decisiva la separación entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, como lo era para Marx. El intelectual es el cuadro de la sociedad, mas exactamente es el cuadro de un aparato hegemónico. En este sentido, podemos decir que un sargento semianalfabeto es un cuadro, y por consiguiente, un intelectual. Un sindicalista, aunque sea analfabeto, es un dirigente, un educador de masas, por consiguiente es un intelectual.





ContraHegemonia
Decía Paulo Freire, que la acción política junto a los oprimidos debe ser una acción cultural para la libertad, rompiendo con la visión de los opresores que refuerza los vínculos de dependencia y sumisión en las relaciones de poder. A través de la concientización, de la reflexión y de la acción, la dependencia de la situación de dominación deber dar paso a la independencia, a la auto-liberación junto con otrxs. Se trata de una experiencia de auto-emancipación a través de una política crítico-dialógica.
El método del liderazgo revolucionario no es la “propaganda liberadora”, no se trata de “depositar la creencia de la libertad en los oprimidxs”, sino en el hecho de dialogar críticamente con ellxs. Mientras el liderazgo populista supone que realiza una donación hacia el pobre, y que por tanto el pobre entra deuda con el líder, el liderazgo revolucionario rompe las cadenas de la dependencia y el clientelismo, construyendo la reciprocidad. Construir el consentimiento activo, como sujetos, y no el consentimiento pasivo, como objetos disponibles y manipulables, no nace de la propaganda, nace del diálogo, de la reflexión y la acción que problematiza la realidad a ser transformada. De allí el carácter eminentemente pedagógico de una revolución.
Contra-hegemonía equivale a desmantelar la separación entre gobernantes y gobernadxs, entre dirigentes y dirigidxs, entre elites y masas. No es posible usar la acción pedagógica para la liberación usando los métodos de propaganda del opresxr. No se trata de engranajes, sino de seres humanos activxs, reflexivxs y responsables. Dice Freire que la esloganizacion, la propaganda, el dirigismo, la manipulación, como armas de dominación, no pueden ser instrumentos de liberación. El liderazgo revolucionario no puede reproducir la conversión de seres humanos en cosas, en objetos manipulables, sino que debe advenir en relación dialógica, crítica que problematice permanentemente. Freire suponía que ningún orden opresor soportaría el cuestionamiento permanente, la pregunta de los oprimidxs sobre el ¿Por qué? de las situaciones que experimentan en la vida cotidiana. Por tanto, una concepción bancaria de la pedagogía es incompatible con el liderazgo revolucionario. El liderazgo revolucionario no puede tomar a los oprimidxs como ejecutores de sus determinaciones, como meros activistas a los que se les niega su reflexión sobre su propia acción. En la praxis revolucionaria, la manipulación, la esloganización, el depósito, la conducción, la prescripción deben ser cuestionadas porque son métodos de la praxis opresora.
El liderazgo revolucionario que no sea dialógico con la multitud, mantiene la “sombra” del dominador dentro de si, y es presa de un sectarismo que conlleva a reforzar la lógica del opresxr. El diálogo revolucionario se opone a la “propaganda bancaria”, al discurso vertical, a la transformación de la pronunciación del mundo en intercomunicación por la consigna burocrática. Del diálogo revolucionario nace la intersubjetividad, la intercomunicación liberadora, no la palabra hueca.
No se trata de un hegemon comunicacional, político o cultural, se trata de la contra-hegemonía, de la intercomunicación liberadora. La revolución es hecha junto al pueblo por el liderazgo en una solidaridad inquebrantable, en un encuentro amoroso, humilde y valeroso. Se trata de comunión con el pueblo, para superar el dirigismo y el mesianismo. El liderazgo revolucionario se distingue de la elite dominadora no solo por sus objetivos sino por sus métodos de actuación, tiene pues un compromiso con la libertad, pues la adhesión verdadera es la conciencia libre de opciones, verificándose en la intercomunicación, mediando y transformando la realidad.
Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido.
Laclau-Mouffe. Hegemonía y Estrategia Socialista


El concepto de contrahegemonía tiene su matriz en el concepto de hegemonía desarrollado principalmente por Antonio Gramsci (1891 – 1937), para quién en las condiciones del estado moderno una clase mantiene su dominio no simplemente mediante una organización especial de la fuerza, sino porque es capaz de ir mas allá de sus intereses estrechos y corporativos, de ejercer un liderazgo moral e intelectual y de realizar compromisos con una variedad de aliados que se unifiquen en un bloque popular.
La lucha por la hegemonía se plantea ante la consolidación de un tipo de estado que está rodeado de una sociedad civil fortalecida, frente a la cual queda caduca una estrategia de ataque frontal desde las clases populares, sino que hace falta una estrategia de largo alcance, de un proceso, en el cual ocupa un lugar especial la disputa en el terreno ideológico, y ello implica una reforma de las conciencias y los métodos de conocimiento.
La contrahegemonía da cuenta de los elementos para la construcción de la conciencia política autónoma en las diversas clases y sectores populares. Plantea los escenarios de disputa en el paso de los intereses particulares hacia los intereses generales, como proceso político clave hacia un bloque social alternativo.
La experiencia de las últimas décadas, al menos en la experiencia latinoamericana, evidencia que el eje de una construcción contrahegemónica sería una integración entre las perspectivas emancipadoras de clase social (los trabajadores en general), étnica (los pueblos originarios y sus culturas ancestrales), y de género (la lucha contra el androcentrismo), junto con una propuesta de desarrollo que armonice equidad, industria, agricultura y naturaleza.
El concepto de contrahegemonía se confronta, por un lado con los componentes de la modernidad capitalista: predominio de la razón científica, noción de progreso y acumulación ascendente; uniculturalismo y depredación de la naturaleza. Por otro lado se propone, en el campo popular, superar una construcción política basada en un sujeto restringido o unilateral, despojado de la riqueza que puede proveer su encuentro con los otros sujetos del campo popular. Es el trabajo y la reflexión sobre formas de construcción intersubjetivas, que deriven de resultados multiculturales y una visión pluralista emancipadora.





Argentina Hegemonica
El Virreinato del Río de la Plata en 1776 definirá el comienzo de una identidad centrada en el puerto de Buenos Aires y que más tarde confluirá en el surgimiento de lo que hoy es Argentina. Lima y Buenos Aires pasan a ser una referencia de la construcción del orden colonial español en su última etapa. No debe olvidarse la resistencia de los pueblos originarios en la conformación de una cultura diversa que ahora emerge en la gesta de independencia y emancipación. Proceso complejo en la Argentina actual derivado del genocidio y el fenómeno masivo de la inmigración desde mediados del Siglo XIX y hasta comienzos del XX, que define una hegemonía cultural de la población y el capitalismo.
La Revolución de mayo de 1810 y la gesta independentista procesada a posteriori en el Siglo XIX, mediado por las invasiones inglesas de 1806 y 1807, la ocupación de las Malvinas en 1833 y el bloqueo anglo-francés de 1845, ponen fin a esta subordinación económica a la corona de España. El apoyo que la corona británica, de manera explícita o implícita, prestó a los movimientos de independencia americanos, entre ellos al que se desarrolla en el Virreinato del Río de la Plata, tuvo el doble propósito de debilitar a su vieja enemiga, España, y así desmembrar su vasto imperio, y al mismo tiempo llegar a reemplazarla en los potenciales mercados de la región.
Los lazos económicos primaron sobre los politicos. El célebre préstamo Baring Brothers, negociado en 1824 por el gobierno de la provincia de Buenos Aires con la famosa casa inglesa , y la activa participación de los comerciantes británicos en la plaza mercantil porteña luego de la Revolución de Mayo, estas fueron apenas señales aisladas de los intereses que se consolidarían en la década de 1880. Argentina, desde entonces tal como la conocemos hoy en su integración territorial y con la hegemonía de Buenos Aires sobre el conjunto del país, se incorpora a la división internacional del trabajo, imperante como país exportador de productos agropecuarios e importador de manufacturas. De ese modo, las clases dominantes locales articulan su poder con la potencia imperialista dominante.
Dentro de la expansión colonial, la conquista de nuevos mercados y la usurpación de territorios en funcion de extender las fronteras para su producción y capitales, la Argentina representará un papel significativo en satisfacer las necesidades alimenticias a bajo costo de la población inglesa, asunto esencial para el afianzamiento del carácter dominante del capital Britanico en su etapa de expansión imperialista, la que se expresa en Argentina mediante inversiones en la industria de la carne, el ferrocarril.
Argentina exportaba carne y cereales y recibía a cambio, productos textiles, bienes de consumo duradero, carbón de piedra, material ferroviario, hierro y acero. Los capitales ingleses, a quienes pertenecía en esa época más del 60% del total de la inversión extranjera, contribuyeron al crecimiento del país, pero sobre bases precarias, dependientes, ya que impedían un desarrollo industrial autónomo, acentuando las diferencias regionales y ejerciendo un control directo sobre el conjunto del proceso productivo. Argentina construía a pleno una sociedad capitalista en la era imperialista, y por lo tanto subordinada.
La sociedad argentina en 1880 legitimo el pensamiento y discurso hegemonico que circulaba en la epoca. Actualmente se habla del ¨Pensamiento de la epoca¨ , pero vemos que fue solo, el pensamiento de algunos de esa clase elite dominante. Ahí lo vemos al joven Francisco Pascasio Moreno, un autodidacta, fanatico coleccionista de huesos desde muy temprana edad, quien fuera nombrado Perito en lo que seria la delimitacion de la frontera con Chile.
Su padre perteneciente a las clases dominantes estimula sus potenciales de expedicionario. Le funda su primer museo en la quinta del Parque de los Patricios donde vivia el joven Moreno. Años posteriores Moreno presentaria un proyecto al gobierno argentino, con el motivo le financien un expedición al sur.
En los circulos de elite circulaban comentarios deleyendas de los lagos azules del sur. Moreno realiza varias expediciones custodiado por militares del ejercito argentino, comodato en mano que exigia el libre paso al sur sobre territorio indio. En sus viajes realiza informes de geografia y antropología, que luego serian estudiados por el estado argentino.
En una visita a Neuquén, Moreno llega a los toldos de Saihueque en la region del Collon Cura, quien lo recibiera con una ceremonia de mas de unos 300 caballos. Moreno pide al General Rey de las Manzanas su autorización para acceder al lago Nahuel Huapi, cuya solicitud fue rechazada varias veces. Pero Moreno nunca se quedaria tranquilo si negasen sus propositos, asi obtuvo autorizacion y llevo a cabo su objetivo.
En alguna oportunidad Moreno fue prisionero de Saihueque tras mentiras encubiertas, logrando este escapar en balsa por el rio Limay.
La ciudad de La Plata fundada en 1884 en el contexto progresista de la Argentina moderna. Como no iba a faltarle un museo al nivel de los museos europeos, quien el mismo Moreno cuando viaja a Europa invitado por Bourmeister, fuera el que traeria la idea de un museo de estas caracteristicas.
Inacayal, capitanejo de la sociedad Mapuche, uno de los ultimos sobrevivientes junto a Pincen, fueron capturados por columnas del ejercito argentino, mediante un engaño de negociación por parte del ejercito en la convocatoria a un parlamento para negociar la paz. Inacayal quien junto a su pueblo autonomo, la gente de la tierra, escapa hacia el sur de los valles de Teca. Fue capturado y trasladado en el buque Villarino, hasta el delta del Tigre, mas precisamente en la isla Martin Garcia, donde los aborígenes capturados eran utilizados como esclavos en la fabricación de adoquines. Moreno al enterarse de este hecho, declaraba ser amigo de Trokel hijo de Inacayal, quien habria sido su guia en las excursiones al Nahuel Huapi, pide se lo traslade a Inacayal y a su Familia al Museo de La Plata, el cual estaba a dias de ser fundado. Inacayal muere en el Museo de La Plata, su muerte es un misterio, nadie sabe como fue, algunos escritos dicen, que se suicida al tirarse por las escalinatas del Museo.
A poco mas de 100 años de las usurpaciones de tierras y matanzas de las naciones del sur, y a 200 años de la ficticia independencia, la sociedad argentina festeja un bicentenario en conmemoración de una revolucion independentista, en cuyo acto desfilan pueblos originarios, en pos de un gobierno que intenta homogeneizar el pensamiento y la memoria.




Palabras de una Compañera de pie por la senda de la luz hacia la Libertad!
Hegemonía según Gramsci. Dirección intelectual y cultural. El capitalismo avanzado complejiza y diversifica las relaciones de producción y por ello, se modifica la estrategia en el marco de la “democracia”. Quienes dominan ya no buscan perpetuarse en el poder mediante la violencia material o coerción sino a través de la interpretación de los intereses de los sectores subalternos. Sus demandas están representadas a través del complejo de instituciones del estado (o aparatos ideológicos de estado). Es el sistema cediendo la parte para no resignar la totalidad de su supremacía.
LENGUAJE. La hegemonía opera desde el discurso. “Toda formación social es una formación discursiva”, porque todo significante se corresponde con un significado. Esa formación discursiva es contingente y abierta, por eso necesita suturar significantes e instaurarlos como verdades. La hegemonía es suturante porque busca estabilizar (pese a las fugas y dentro de su campo de acción disperso, abierto contingente) significados; crear la ilusión de que el lenguaje es un sistema cerrado, construyendo cadenas de equivalencias discursivas. Tiene interés en nominar al mundo (por la fuerza de la palabra en tanto palabra/mundo). Esas cadenas de equivalencias hablan del mundo y determinan modos de transcurrirlo, pronunciarlo a través de diferentes signos y reproducir esos signos se traduce en una experimentación del mismo coherente con esas significaciones hegemónicas, sintetizadas en el sentido común. Si bien es sabido el carácter “no fijo” de todo significante, el show de Tinelli por ejemplo es un espacio donde se ven condensados y suturados (precariamente) sentidos hegemónicos que regulan las relaciones humanas: exitismo, sexismo, cánones de belleza. Además, se visualizan formas de violencia simbólica contra las identidades sexuales contrahegemónicas Otro ejemplo de este ejercicio articulatorio de sentidos que logra el consenso es la reproducción dentro de los sectores populares de conceptualizaciones estigmatizantes sobre ellos-as mismos-as. La criminalizacion de la pobreza perpetuada discursivamente por los-as mismos-as pobres. O el conformismo de muchas mujeres en relación a su condición de objetos de consumo sexual, de mujeres domesticas, de madres obligatorias. Ellas se conforman con esas categorías que el sistema patriarcal (en inherente relación al sistema capitalista como modelos hegemónicos de vida) utiliza para representarlas, para reducirlas y contrarrestar el desarrollo de sus potencialidades subsumiéndolas a un rol sociocultural (y económico porque hacen de sostén al ordenamiento material dominante) prefijado por ser mujeres.
El conflicto campo/gobierno también fue escenario de disputa entre ambos actores de poder con el objetivo de suturar ese hecho histórico, según sus respectivos intereses corporativos. El gobierno, no ingenuamente, se autodenomina “gobierno de los derechos humanos”, sedimentándose en el “inconsciente colectivo” como una conducción política popular y progresista; y al campo como golpista instaurando la idea de “piquetes de la abundancia”. Enlaza significantes con significados, unívoca y tendenciosamente, El campo, por su parte, se construye en el discurso como “motor económico del país” instituyendo la bandera “El campo somos todos”. Hace equivaler la actividad del sector agrícola ganadero con el progreso (no el progresismo), articula solo por un momento histórico determinado las inquietudes de los sectores medios urbanos con las bases ideológicas de las entidades agrarias más poderosas. Tal articulación no puede efectivizarse sino es de manera amplia e imprecisa, ya que la historicidad de cada grupo, el llamado habitus de clase, la cotidianeidad indican que sus intereses y expectaciones son diferenciales, y antagónicas en muchos casos, Pero mediante el manejo del lenguaje esa diferencia puede igualarse y adquirir aspecto de fusión. Entonces, los cacerolazos en capital encauzados por hombres y mujeres de barrios acomodados del centro de Buenos Aires y despojados del mundo agrario que paradójicamente se sentían reconocidos/as en el slogan del campo, encarnaban la causa del campo en el espacio publico urbano como propia. En cuanto a los métodos, apoyaron los piquetes de los productores, pero no golpearon ninguna cacerola cuando desapareció López o cuando los/as desocupados/as cortaban las rutas pidiendo trabajo.
Pero como el campo social no es ni cerrado, ni acabado, ni absoluto, tampoco lo es la dominación. Hay sujetos emergentes y contrahegemonicos que disputan sentidos, que rompen el consenso, que generan espacios de resistencia a la cosmovision hegemonica del mundo. Un ejemplo trillado pero concreto de este ejercicio de resignificación es el caso de los pibes-as de barrio que empiezan a ser asociados al miedo, al crimen, a la peligrosidad y ellos-as logran transmutar ese estigma en emblema autonombrandose “Pibes chorros” y generando en torno a este nuevo significado toda un universo de espacios de pertenencia y socializacion, de construccion identitaria
Otro es el ejemplo del movimiento boliviano anarcofeminista “Mujeres creando” que apela a la recuperacion de la voz propia despojada historicamente de las mujeres en estado de prostitucion, al descreimiento de los significados arraigados en el sentido comun moralizante y reaccionario que afianza su lugar de alteridad. y marginalidad. Estas mujeres subvierten el sentido correspondiente al signo “puta”, se apropian de esa categoría despectiva por medio de la resignificación, la manipulan como herramienta de lucha y visibilizacion Se reconocen conflictivas, disidentes y complejas; pero no desde el conformismo sino desde la necesidad de transformar y transformarse, de ser activas.





REFLEXIONES -Sentirespensares-

El discurso de los movimientos populares y organizaciones políticas del campo democrático, están entrampados, en unos casos en el positivismo reduccionismo, y en otros en perspectivas de alianza capital trabajo . A fines de los años 70 e inicios de los 80, luego de las movilizaciones sociales que presionan la caída de las dictaduras de la seguridad nacional, en Latinoamerica, se da un movimiento ideológico clave, el obscurecimiento de las categorías sobre contradicción, y el deslumbramiento por los conceptos de consenso y sociedad civil ( en donde el propio Gramsci es instrumentalizado para realizar esta operación). Los espacios académicos, junto a ellos algunos de los partidos políticos y movimientos populares, hacen desaparecer la atención sobre las contradicciones y confrontaciones que genera el sistema capitalista en su movimiento. El tema es como en el marco del capitalismo, tanto en sus expresiones reales, como en las expresiones ideológicas que lo justifican, es factible dar atención, en los estudios, pero también en las políticas gubernamentales, a los "mas pobres", sin poner atención a las maquinarias que reproducen el poder. Aquellas organizaciones que sostienen aspectos medulares del discurso de denuncia, como las reivindicaciones de clase o la alerta antiimperialista, pero que le cuesta mucho asumir la complejidad de los cambios reales asumidos por la fase de evolución capitalista actual, llamada globalización, diversificación de las relaciones capital – trabajo, alejamiento del capital de los procesos productivos, las repercusiones sociales de los procesos de polarización y exclusión. Son discursos efectivos para la reivindicación gremial, pero insuficientes para un programa de largo aliento anti – capitalista. Las organizaciones o movimientos construidos bajo las visiones de la diversidad, por ejemplo étnicas o de género, pero a las cuales cuesta asumir el entrelazamiento de ellas con las condiciones de dominio de clase.
Una obra tan concisa como la de Gramsci, como teórico de la superestructura, sirvió para desembarazares del economicismo leninista. Su dedicación a la cultura popular dio esperanzas de que la escasa elaboración marxista sobre la ideología, que de Marx a Althusser se restringió casi siempre a la ideología dominante, ahora sí pudiera explicar las culturas subalternas.
¿ Pero cuántos libros y tesis se han escrito suponiendo que explicar procesos sociales consiste en ver qué hechos se dejan encolumnar en una lista de "hegemónicos" y otra de "subalternos"?
Podemos apreciar hasta qué punto se trabaja encerrado en estas clasificaciones al ver que en los últimos veinte años gran parte de la bibliografía sobre ideología y cultura se bifurca en dos vertientes que aparentan ser alternativas: describen los mecanismos supuestamente omnipotentes de la dominación o exaltan la capacidad de resistencia política de los oprimidos.
Para evitar ese maniqueísmo al explicar las relaciones entre clases, debemos reformular la oposición entre lo hegemónico y lo subalterno, incluyendo otras interacciones culturales, especialmente los procesos de consumo y las formas de comunicación y organización propias de los sectores populares .
En los años sesenta prevaleció en el estudio de la cultura el interés por conocer los procedimientos de la dominación. Simultáneamente con la expansión industrial y urbana de América Latina, la ampliación del consumo a sectores medios y populares, el desarrollo de la televisión y otras comunicaciones masivas, se intentó explicar la hegemonía reduciéndola a manipulación.
Bajo la influencia de la escuela de Francfort, y de teorías críticas sobre la etapa monopólica del imperialismo, mecánicamente transferidas al proceso cultural, éste fue analizado a partir de tres supuestos:
a) una concepción que podríamos llamar "teológica" del poder, pues lo pensaba omnipotente y omnipresente: se deducían de las estrategias de los dominadores los efectos sobre los dominados; se creía, por ejemplo, que con sólo analizar los objetivos económicos e ideológicos de los medios masivos podía saberse qué necesidades generaban, cómo sometían a los consumidores.
b) consecuentemente, los consumidores fueron vistos como pasivos ejecutantes de las prácticas inducidas por la dominación, incapaces de distinguir en los bienes entre el valor de uso (que se suponía "auténtico"), el valor de cambio y el valor simbólico (que se consideraba"artificial").
c) no se reconocía ninguna autonomía a los vínculos entre consumidores,
objetos y espacio social. La relación entre ellos fue concebida como un simple lugar-pretexto para que el capital realice su plusvalía y su manipulación.
En la década de los setenta, los estudios encarados desde el modelo anterior mostraron su unilateralidad, su fatalismo, sus deficiencias para explicar muchos aspectos de la cultura popular. Bajo la influencia gramsciana, se prestó atención a la capacidad de réplica y autonomía de las clases subalternas. El avance de movimientos políticos alternativos y la inserción esperanzada de intelectuales en ellos fomentaron una exageración opuesta a la del decenio anterior: se insistió tanto en la contraposición de la cultura subalterna y la hegemónica y en la necesidad política de defender la independencia de la primera, que ambas fueron pensadas como exteriores entre sí. Con el supuesto de que la tarea de la cultura hegemónica es dominar y la de la cultura subalterna es resistir, muchas investigaciones no parecen tener otra cosa que averiguar fuera de los modos en que una y otra cultura desempeñan sus papeles en este libreto.
Se atribuye propiedades de resistencia contra el poder a fenómenos que son simples recursos populares para resolver sus problemas u organizar su vida al margen del sistema hegemónico (solidaridad barrial, fiestas tradicionales). En otros casos, las manifestaciones de pretendida "impugnación"o "contrahegemonía" representan más bien la ambigüedad, el carácter irresuelto de las contradicciones en las clases subalternas .
Para sabersi estos hechos pueden pasar de la mera autoafirmación conservadora a la resistencia
revolucionaria hay que empezar reconociendo en ellos componentes que mezclan lo autónomo con la reproducción del orden impuesto, que por tanto no sonubicables en una polarización extrema sólo interesada en registrar enfrentamientosentre lo hegemónico y lo subalterno.
Varios hechos impulsan hoy la revisión de estos modelos: las derrotas de movimientos revolucionarios, la crisis de paradigmas políticos liberales y populistas, un renovado interés científico por los procesos de consumo, comunicación y organización popular. Nuevas maneras de concebir estos tres procesos, y su relación con la hegemonía, están cambiando las discusiones sobre el conocimiento y la transformaciónde lo popular.

El consumo abarca los procesos sociales de apropiación de los productos, y por tanto la lucha de las clases por participar en la distribución y hacer presentes sus derechos en la planeación social. En este sentido, el consumo es mucho más que el repertorio de actitudes y gustos catalogados por las encuestas funcionalistas de mercado y opinión, o que el área donde se completa el proceso productivo, donde "se realiza el producto", como decía Marx. El consumo es el lugar en el que los conflictos entre clases, originados por la desigual participación en la estructura productiva, se continúan a propósito de la distribución de los bienes y la satisfacción de necesidades. Es también el concepto clave para explicar la vida cotidiana, desde el cual podemos entender los hábitos que organizan el comportamiento de diferentes sectores, sus mecanismos de adhesión a la cultura hegemónica o distinción grupal, de subordinación o resistencia.
En la medida en que la hegemonía no es simple dominación, admite que las clases subalternas tengan sus propias instituciones (sindicatos, partidos) y redes de solidaridad. Dado que la clase hegemónica y el Estado no pueden incorporar a todos los sectores a la producción capitalista ni proporcionar bienes y servicios suficientes para su reproducción material y simbólica, deben aceptar que parte del pueblo establezca formas propias de satisfacer sus necesidades. el Estado o las empresas privadas logran apropiarse de una segunda instancia de la producción popular y subordinarla a sus estrategias (por ejemplo, las artesanías y fiestas indígenas convertidas en folklore para incentivar el turismo.
No existen sectores que se dediquen full-time a construir la hegemonía, existen otros entregados al consumismo y otros tan concientizados que viven sólo para la resistencia y el desarrollo autónomo de una existencia popular alternativa.
Tampoco hay que limitarse a atribuir a instituciones el ejercicio exclusivo de estas funciones, como cuando se adjudica a los aparatos ideológicos la tarea permanente de modelar las conciencias, a los medios masivos la de empujar compulsivamente al consumismo y a las organizaciones populares la representación perenne de los intereses oprimidos
En los hechos, si bien unas y otras instituciones corresponden predominantemente a estrategias de clases diversas, todas están atravesadas por las contradictorias relaciones que viven sus miembros al participar en el proceso global. La hegemonía, el consumo y la organización popular para satisfacer sus necesidades deben ser analizados como instancias, funciones o dispositivos (en
el sentido foucaultiano) más que como ámbitos institucionales o propiedades de clases estrictamente recortados
Hay otras razones por las cuales la hegemonía no es imposición absoluta. En la circulación, y sobre todo en el consumo, los bienes y mensajes hegemónicos interactúan con los códigos perceptivos y los hábitos cotidianos de las clases subalternas. El repertorio de bienes y mensajes ofrecidos por la cultura hegemónica condiciona las opciones de las clases populares, pero éstas seleccionan y combinan los materiales recibidos en la percepción, en la memoria y en el uso , construyen con ellos otros sistemas que nunca son el eco automático de la oferta hegemónica.
Por otra parte, si interrelacionamos las políticas de las organizaciones populares con la hegemonía y el consumo, descubrimos la unilateralidad de las interpretaciones que sólo registran su resistencia al poder, que las analizan siempre como agentes contrahegemónicos. Las organizaciones populares, además de representar los intereses de trabajadores o consumidores participan de las relaciones sociales y las reglas de poder fijadas por el sistema. Sus miembros que militan en sindicatos o partidos también intervienen en procesos de consumo, en la competencia sexual, cultural, barrial, en otros espacios de lucha material y simbólica. Esta doble o triple vinculación de cada sujeto ayuda a entender las contradicciones y ambigüedades de las organizaciones populares, de sus líderes y militantes . En la decisión de declarar una huelga u ocupar una fábrica intervienen, además de lo laboral y lo político, otros factores que casi nunca se nombran en las asambleas: las disputas entre fracciones del sindicato, el estado de las necesidades familiares y subjetivas, alianzas de parentesco, etc. Quienes luchan contra el poder desempeñan esa lucha desde un contexto multideterminado , donde la resistencia y la impugnación coexisten con la reproducción de hábitos y relaciones sociales instaurados por el sistema hegemónico.
En el seno de estas reflexiones surgen nuevos antagonismos que no solo tienen que ver con la conciencia de clase, sino que se localizan fuera de la producción o no sólo en la producción como por ejemplo las luchas contra formas de poder, represión y discriminación, principalmente en la vida cotidiana y luchas por la apropiación de los bienes y servicios, en el campo del consumo. De estas luchas surgen movimientos que quieren la democratización integral de la sociedad (no sólo suprimir la desigualdad en el trabajo; también entre el hombre y la mujer, entre etnias, etc.), o que luchan en campos parciales contra la arbitrariedad del poder y la represión mediante nuevos procedimientos y recursos organizativos (asociaciones para la defensa de derechos humanos y de los desaparecidos, como las madres de la Plaza de Mayo).

No hay comentarios:

Publicar un comentario